La tendencia ecologista ha venido criticando la manera desprevenida
como el desarrollo industrial destruye los paraísos primitivos del ecosistema.
Es una tendencia que se origina en los estudios de la biología y, más
específicamente, de la ecología biológica.
El testimonio más claro de esta
crítica se puede encontrar quizás en el hermoso libro de Rachel Carson, La
primavera silenciosa, aparecido en 1960, donde la bióloga norteamericana se
apoya en una rica literatura anterior.
La segunda perspectiva proviene de las disciplinas tecnológicas. Se
confunde por lo general con los problemas técnicos planteados por los efectos
contaminantes de la actividad humana. Desde los años 50 se han venido
multiplicando los estudios tecnológicos para contrarrestar los impactos sobre el
medio. La ingeniería ambiental o sanitaria se ha especializado en este tipo de
soluciones, que por lo general no intentan prevenir los efectos, sino
remediarlos una vez acaecidos.
La ciencia económica, por su parte, se ha encontrado casi desde sus
inicios con la contradicción que conlleva el crecimiento económico con los
límites internos o externos que hacen prever o temer el advenimiento de un
estado estacionario. Sobre esta preocupación, anunciada ya en los clásicos, los
economistas modernos han planteado los límites externos de la producción
económica, en términos ambientales. Boulding o Heillbroner hacen énfasis en la
necesidad de pasar de la economía del cowboy a una producción de sistema
cerrado, dado que los elementos naturales de los que se abastece son
necesariamente limitados.
Desde otra perspectiva, los urbanistas han analizado el
desequilibrio de las ciudades al mismo tiempo como estructuras físicas y como
construcciones culturales. La ciudad representa no sólo el refugio del hombre,
su particular hábitat, construido por fuera del ecosistema, sino también el gran
acumulador que absorbe la energía de múltiples ecosistemas.
Por su parte, los
científicos sociales se preocupan más por el deterioro de la calidad de la vida
cotidiana, oprimida por las estructuras tecnológicas y por las condiciones de
trabajo.